En las profundidades del Sena

Quizás intencionadamente, la segunda mitad de esta película de acción y terror es diferente a la primera. Basándose en su primera mitad, se le perdonaría que pensara que En las profundidades del Sena será (seguirá siendo) un thriller político cargado de diálogos. Hay momentos que delatan esta inevitabilidad, por supuesto, pero su tono nunca vacila. Nadie en esta película parece darse cuenta de lo ridículo de su situación. En lugar de eso, la gente trabaja con seriedad y naturalidad para hacer frente a una amenaza concreta. ¿Qué dices? ¿Un gran tiburón "mutante" amenaza con comerse y matar a cientos de personas en París? Claro, por supuesto, entendido. Esto es lo que vamos a hacer. Pondremos algunas trampas, lo buscaremos usando esta tecnología, y huiremos de él gritando cuando todo vaya mal. ¿Suena como un plan?

Así que esta película es tonta, pero de alguna manera funciona. Cuando entra de lleno en su segunda parte, llena de matanza y gente devorada, el ritmo se acelera, la acción se dispara y, antes de que te des cuenta, la película acaba en un lugar que quizá no esperabas. Unas cuantas escenas obligan inevitablemente la credibilidad, como cuando un personaje salta al agua justo después de ver a un enorme tiburón devorar a 4-5 personas, cuando alguien dice "eso es imposible" más de 5 veces en 15 minutos, o cuando la gente en una lancha motora inmóvil se percata de algo, lo pisa, da una pequeña vuelta en círculo, luego apaga la lancha y simplemente se baja. Hay algunos mensajes ligeros sobre los costes potenciales de no hacer frente al cambio climático, pero ésta no es una película seria. Es una película sobre tiburones que se comen a la gente porque la gente es arrogante y a menudo está cegada por otras agendas y deseos.